Un día de verano del año 1991 conocí a conchita una tía desconocida para mi una personita feliz y carismática de una tez blanca impregnada en manchas de un antiguo vitíligo que llamaba la atención era la típica cubana una criolla habanera que a sus 60 años se sentía en la flor de su existencia vivía en una casa humilde con divisiones de madera antigua que parecía un casa de juguete pertrechada de los más llamativos artefactos hogareños que lograban la combinación perfecta y que a la vez contrastaba con un patio trasero mediano en el que criaba gallinas destacadas en la producción de huevos los que solía vender bajo la sombra mágico arbusto de guayaba y digo mágico porque extrañamente era tal su producción de la exótica fruta que rodaban hasta el interior de la vivienda y era muy demandada la mermelada que de ella se elaboraba la conchi como le decían los de mas confianza era muy querida en el barrio donde tenían la costumbre de intercambiar platos elaborados en casa y así como esta costumbre se hacía cotidiano que todos los que venían del extranjero le trajeran regalos lo cual combinaba con el hecho de vivir en una zona privilegiada de la localidad habanera de Santiago de las Vegas cuya cercanía con el aeropuerto internacional José Martí constituía una oportunidad para el desarrollo económico en una localidad fructífera y de mucho transito de personas de este sector colmado de visitantes y por supuesto del dólar que daría un elevado nivel de vida a todos los que de alguna manera u otra hacían un buen negocio de este atractivo escenario la casa tenia ventajas como aquel sistema clandestino de televisión por cable un refrescante portal con sillones coloniales y el cariño que de forma instantánea emergió de ella y penetro en mi como una manera de actualizar todo el afecto que guardo durante años me llamaba pedrincin y estaba al tanto de mis necesidades como un reloj después de este encuentro que sería para mí una especie de debut capitalino aquella señora de ojos claros dejaría de ser Conchita, una tía desconocida….
Escrito por pedroernesto