Memorias de una letrada ... el barrio

Memorias de una letrada ... el barrio

EL BARRIO

En los 70’, el barrio era un edén infantil, entre moles de concreto, fastidiosamente iguales, los parques eran el sitio perfecto para corretear hasta el final del día, una turba de muchachos bajaba desde la mañana, y a las 12 todos subían a los palomares, hora de almuerzo, anunciada por la madre de Victoria que lanzaba un grito fulminante ¡ Victoria….¡y ya sabíamos harina con huevo y leche hasta que bajara el rubio y de nuevo al mataperreo.

Lo mismo bolas, que agarrados, escondidos, pelota, quimbumbia, los yaquis, lo que anduviera de turno o según el grado de ocio, un dos tres quiquirilata, un dos tres cruz roja es, avanza 2 pasos de cangrejo, tres de hormiga y uno de elefante, corre que se queman los frijoles, que lo bailen que lo bailen  o lanzarse en patines por la loma de los rusos, cien escalones quien resbalara por ellos hasta el final sin caer era el héroe del día. Otro día nos daba por ser buzos y escarbábamos en la hierba buscando papelitos de caramelos y bombones de los soviéticos, que vivían en un edificio que para nosotros era un misterio deseado y eran los privilegiados del momento, buenas colecciones junto a las de sellos, semillas y caracoles, para nosotros quedaban los caramelos rompequijá de chocolate o café con leche, y el chocolate pionero, ¡ Qué rico¡, los sábados derrochábamos huevos haciendo merenguitos caseros, improvisábamos una fiesta con refresco de melón, y pan con pasta de revoltillo, madre ponía el proyector fabuloso,  con sus peliculitas de celuloide, en ruso  y traducía como narradora del mejor cine de barrio.

Hacíamos casitas y éramos las mejores amas de casa, Yobi el único varón resultaba indescifrable para las jimaguas con su melenita rubia, no sabían si era niño o niña, pero igual era la mejor madre de muñecas o representaba la mujer que paría el niño de todas, años después quiso morir para que su madre lo dejara vivir en  el apto de 2 cuartos con su hombre y lo logró, como aprendiste de nosotras Yobi. Por esos días me enteré que era el resultado de la cama compartida de mis padres y no fruto de la providencia y escuche la palabra tortillera como la mayor ofensa lanzada por Roger a una niña, divina inocencia.

El barrio como todos también tuvo su lado oscuro, Felipón, era un ser tranquilo, delgaducho, pequeño, insigne militante y el mejor presidente del barrio, decidió jugar con las niñas y miró, tocó, hurgó y derramó sus aguas sobre el muslo de nenita, la más atrasada en los estudios pero con más luces para descubrir el mal, pobre tipo,  que pensó que por eso sería la única que no hablaría, nenita vio, oyó, habló y preguntó a su madre en lengua enrevesada por esa cosa lechosa, se desató su furia inquisitiva y Felipón que nos regalaba payasos móviles  y organizaba las mejores fiestas para sus hijos de nuestra edad fue a parar con sus huesos a la cárcel , y para siempre quedó en pesadillas como violador furtivo, esperando en un callejón sin salida, qué vacaciones para despertar, cuando madre preguntó si nos pasó, como si fuéramos de otro mundo, divina inocencia.

La oscuridad se quedó en el folklor del barrio, en las vacaciones siguientes, vino un hombre trajeado con un portafolio, tan formal que no se nos antojó extraño, aunque era el bicho más raro que hubiera asomado por esos lares, preguntó tras las buenas noches por una familia ajena conocida por Noa, una pequeña,  que lo condujo por la madeja de edificios, él la condujo a  una oscura casa de turbinas, donde condujo sus manos sucias de preso evadido y ansioso, otra vez nenita con  su clarividencia  y la lengua enrevesada dijo mucho y todo y el hombre conducido iba a parar con sus huesos a la cárcel, pero solo quedó en la mala memoria del barrio, la divina inocencia de los padres de Noa.

En el barrio se aprendía y enseñaba de todo, Mabe con sus téticas moradas punteando se canjeaba por huevitos de chocolate de colores, Pichi y todo el piquete de varones, ofrecía más y ella quedaba complacida y complaciente iba a su casa cargada de bolitas coloridas, ¡Qué linda la niña¡, divina inocencia de los padres. Biqui algo mayorcita aficionada a las turbinas, iba con todos y por turno ofrecía su sexo a quien quisiera tocarla, la película solo para menores de 16 años. Mari succionaba su periquín rosado a Camilo en el patio de la escuela y los demás atisbaban por la ventana. Hoy son tres madres ejemplares y esposas de familia y los varones alcanzaron una meritoria educación.

De repente crecimos sin la poción mágica de Alicia y el barrio lúdico, pasó a descarguitas de fin de semana, juegos de domino, música compartida y cuentos interminables, lentamente el barrio perdió su encanto, crecimos.

Que divino edén para aprender el barrio, barrio de niños, parques y moles de concreto, de pederastas, padres y  adultos, que divina inocencia para derrumbar ¡Oh barrio y tus secretos inviolables¡

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Written by pedroernesto
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