Memorias de una letrada ... el círculo

Memorias de una letrada  ... el círculo

Ella se levantaba cada mañana salía al hospital y en la puerta de las consultas recibía males, enfermedades, historias,  se cubrió de tanta infelicidad ajena que acabó descubriendo que su sino era dar consuelo,  paz  y soluciones a tanta gente  necesitada. Terminó con un aura  de mala salud, que la llevó al retiro en una edad donde aún  el sustento  propio  es condición de libertad y supervivencia.

El esposo exitoso empresario  buscó amores ajenos, y la dejó abandonada a su suerte con dos hijos adolescentes que crecían a un ritmo galopante junto con sus problemas. Le tocó guerrear con una fiereza sin límites, cosía ropas, lavaba y planchaba suciedades ajenas,  jugaba la charada, limpiaba moradas de extraños y menos perder la dignidad de prodigarse sin amor se entregó a sacar a flote su casa, la economía doméstica y los hijos. Un día, exhausta cayó al suelo y sintió que el mundo se le venía encima, flotó más que caminó hacia médicos, curanderos, espiritistas, sin embargo una y otra vez se revolvía en la idea recurrente de no vivir, de prender fuego a su historia y el mundo que la ahogaba sin piedad.

Hasta que llegó a Él que desplegó sus caracoles, le hizo una cruz de ceniza en la frente y le remachó una verdad sabida antes de nacer, estaba predestinada a ser santa y repartir bienes en este mundo, así acumuló los medios de superchería, construyó su bóveda, santificó collares, y dejó que la gitana y la conguita que le dijeron la poseían, se expresaran a través suyo, Él fue  iniciador y  padrino de su suerte.

Muchos comenzaron a tocar su puerta, al inicio eran asuntos menores: una esposa infiel, un marido traicionado, el robo de una prenda por un joyero, desacuerdos con los hijos, perdidas de trabajos,  gozaba de tal acierto que su fama aumentó junto con las bonanzas de su destino, hasta que  comenzó a anunciar el iré, y fue el pasaporte seguro a través de sus santos para que otros realizaran sus sueños de vivir  lejos de la tierra que los vio nacer, volaban con destino a remotos lugares, desde donde le escribían cartas y le pedían consejos, consultas y la atención de amigos con iguales esperanzas, ellos eran médicos, sicólogos, abogados, amas de casa, reclusos, venían de todos los orígenes  con un solo fin irse y la letra iré que  a ella respondía lo era todo.

Corrió fama su santidad, pero por las noches lloraba de soledad y desamparo, no comprendía como sus santos no le anunciaron una ceguera parcial  temprana, el abandono del amado, el desamor de los hijos, la destrucción de un segundo matrimonio, la muerte impensable del padre, la enfermedad incurable de un hijo. Vivía en penumbras, recorría su habitación, sentía que le susurraban en los oídos la suerte ajena y desesperada, se mordía los puños sin saber qué hacer en el siguiente minuto con su vida, triste paradoja cumplir el sueño de otros y no el propio.

Un día tocó a su puerta un mensajero traía la carta de un antiguo amor que tuvo noticias suyas con uno de sus ahijados favorecidos, le pedía viajar y dar el iré de regreso a Cuba de quienes añoraban tocar tierra y mojarse en el azul insondable de su mar, fue tal la ternura de la propuesta que superó su miedo terrible a los aviones y cuando llegó, el galope de su pecho le anunció que era una ida sin  regreso,  ese hombre era el futuro que siempre presintió. El trabajo que le propuso fue el más pueril de los pretextos para traerla consigo y comenzar a vivir esa vida que merecía. La felicidad y el consuelo que prodigó le fueron retribuidas con creces y la tristeza salió del cuerpo en huida intempestiva, fue su ultimo sueño por cumplir, renunció a la santidad que le habían pronosticado, y arribó al puerto seguro que siempre esperó, ahora entendía porque su letra era i cuando nunca pensó cruzar el mar y lo vio a Él sonreír socarronamente de soslayo por última vez.

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Written by pedroernesto
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